En nuestra experiencia, y en conversaciones con otras fundaciones, hemos aprendido que lo más difícil, pero al mismo tiempo lo más importante del trabajo con personas y comunidades, es el cambio en las formas de pensamiento.

Sin un cambio en las creencias de cómo las personas perciben el mundo y viven es muy probable que sigan perpetuando un estilo de vida que no les permite romper con las trampas de la pobreza. Como nos ocurrió a nosotros, mientras están en el programa y los impulsamos a salir adelante solos, lo hace bien; pero tiempo después vuelven la mayoría al punto casi cero donde estaban hace unos años antes de empezar el programa de transformación social. Y analizando esta realidad, nos dimos cuenta de que esto ocurría porque en el fondo las familias no cambiaban sus convicciones y creencias más profundas y la forma de verse a sí mismas y su entorno.

Estas creencias se fundan por ejemplo en formas de pensamiento que nosotros las vemos reflejadas en un modo de vida de supervivencia y no de prosperidad, que es a donde queremos llevar a nuestras familias. Esto significa que las familias dejen de vivir por el diario, de tener una mentalidad acompañada del corto plazo en todo y más bien reemplazarla por una mentalidad a largo plazo. Una mentalidad que les permita tener un proyecto de vida, soñar y querer progresar. Pero esto es imposible si siguen en modo supervivencia, rebusque y sienten que no merecen más; y mucho menos, que tienen las capacidades para cambiar esta realidad. Cuesta trabajo, pero posible si es.

Y no siendo suficiente esta realidad de la que nos hemos ido percatando, hay que tener presente que estas formas de pensamiento se heredan y son las que perpetúan su mentalidad de carencia y condición de pobreza generación tras generación. Por eso es tan complejo romper con ellas. Son familias que esta es la realidad que han visto desde sus padres, abuelos y también lo que la sociedad de una manera u otra les refuerza, y es por esa forma de vida que se termina transmitiendo a los hijos, pues no conocen otra realidad posible ni tienen las herramientas para salir de estos mindsets.

Pensemos en creencias como:

  1. «Nací pobre, voy a morir pobre»
  2. «De la pobreza no se sale»
  3. La convicción de que tener más hijos es el único gancho y medio para tener algo propio o mantener una pareja. Y es que cuando uno va y entiende su realidad, comprende que al final sienten que este es un seguro de vida, o sus hijos son lo único que tienen y les pertenece.
  4. “Esto fue lo que nos tocó y no hay de otra que seguir en el rebusque”

Frases como estas las escuchamos a diario en nuestras familias. Pero lo más lindo de todo el trabajo que realizamos en la fundación es ver que el cambio y la ruptura de estas creencias sí es posible. Con talleres, círculos de mujeres y sanación de heridas, las familias y los niños poco a poco se dan cuenta que son merecedores y capaces de una vida diferente.

Por eso se requieren de un trabajo psico-emocional sostenido en el tiempo para poder resignificar estas formas de pensamiento poco a poco. Una vez se logran pequeños avances en este sentido, son capaces de ver la vida diferente y cambiar sus vidas.